VIGILIA PASCUAL MISA Y LECTURAS. 1

VIGILIA PASCUAL MISA Y LECTURAS.

VIGILIA PASCUAL MISA Y LECTURAS 2021.

 Enlaces

1ª PARTE: LUCERNARIO O SOLEMNE COMIENZO DE LA VIGILIA

Oremos.

Procesión

Pregón Pascual

2ª PARTE: LITURGIA DE LA PALABRA

Oración colecta

I Lectura del libro del Génesis

SALMO RESPONSORIAL  103, 1-2a. 5-6. 10. 12-14ab. 24. 35

II Lectura del libro del Génesis 22, 1-18

SALMO RESPONSORIAL   15, 5. 8-11

III Lectura del libro del Éxodo 14, 15—15, 1a

SALMO RESPONSORIAL Ex 15, 1b-6. 17-18

IV Lectura del libro de Isaías 54, 5-14

SALMO RESPONSORIAL  29, 2. 4-6. 11-12a. 13b

V Lectura del libro de Isaías 55, 1-11

SALMO RESPONSORIAL   Is 12, 2-6

VI Lectura del libro de Baruc 3, 9-15. 32—4, 4

SALMO RESPONSORIAL  18, 8-11

VII Lectura de la profecía de Ezequiel 36, 17a. 18-28

SALMO RESPONSORIAL  41, 3. 5bcd; 42, 3-4

EPISTOLA Lectura de la carta del Apóstol
san Pablo a los cristianos de Roma 6, 3-11

SALMO RESPONSORIAL 117, 1-2. 16-17. 22-23

EVANGELIO  
Lectura del santo evangelio según san Marcos 16, 1-7 (Año B)

3ª PARTE: LITURGIA BAUTISMAL

Bendición del agua

Renovación de las promesas bautismales

4ª PARTE. LITURGIA EUCARÍSTICA

Oración sobre las ofrendas

Prefacio

Antífona de la comunión Cf. 1Co 5, 7-8

Oración después de la comunión

Bendición solemne

 

1ª PARTE: LUCERNARIO O SOLEMNE COMIENZO DE LA VIGILIA

 

El sacerdote y los fieles se signan cuando él dice: En el nombre del Padre.. El sacerdote saluda, como de costumbre, al pueblo congregado y hace una breve monición sobre el sentido de esta vigilia nocturna con estas palabras u otras semejantes:

Queridos hermanos: En esta noche santa, en que nuestro Señor Jesucristo ha pasado de la muerte a la vida, la Iglesia invita a todos sus hijos, diseminados por el mundo, a que se reúnan para velar en oración. Si recordamos así la Pascua del Señor, escuchando su palabra y celebrando sus misterios, podremos esperar tener parte en su triunfo sobre la muerte y vivir con él en Dios.

Seguidamente el sacerdote, con las manos extendidas, bendice el fuego diciendo:

Oremos.

Oh, Dios,
que por medio de tu Hijo
has dado a los fieles la claridad de tu luz,
santifica + este fuego nuevo
y concédenos
que la celebración de estas fiestas de Pascua
encienda en nosotros deseos tan santos
que podamos llegar con corazón limpio
a las fiestas de la eterna luz.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.

Bendecido el fuego nuevo, un acólito, u otro ministro, lleva el cirio pascual ante el celebrante; este, con un punzón, graba una cruz en el cirio. Después, traza en la parte superior de esta cruz la letra griega alfa, y debajo de la misma la letra griega omega; en los ángulos que forman los brazos de la cruz traza los cuatro números del año en curso. Mientras hace estos signos, dice:

  1. Cristo ayer y hoy
    Graba el trazo vertical de la cruz.
    2. principio y fin,
    Graba el trazo horizontal.
    3. alfa
    Graba la letra alfa sobre el trazo vertical.
    4. y omega.
    Graba la letra omega debajo del trazo vertical.
    5. Suyo es el tiempo
    Graba el primer número del año en curso en el ángulo izquierdo superior de la cruz.
    6. y la eternidad.
    Graba el segundo número del año en curso en el ángulo derecho superior de la cruz.
    7. A él la gloria y el poder,
    Graba el tercer número del año en curso en el ángulo izquierdo inferior de la cruz.
    8. por los siglos de los siglos. Amén.
    Graba el cuarto número del año en curso en el ángulo derecho inferior de la cruz.
    Acabada la incisión de la cruz y de los otros signos, el sacerdote puede incrustar en el cirio cinco granos de incienso, en forma de cruz, mientras dice:
  2. Por sus llagas
    2. Santas y gloriosas,
    3. nos proteja
    4. y nos guarde
    5. Jesucristo nuestro Señor. Amén.

Procesión

Encendido el cirio, uno de los ministros toma carbones encendidos del fuego y los pone en el incensario. El sacerdote, según costumbre, impone el incienso. El diácono, o en su ausencia otro ministro idóneo, recibe del ministro el cirio pascual y se organiza la procesión. El turiferario, con el incensario humeante, camina delante del diácono o el ministro que lleva el cirio pascual. Sigue el sacerdote con los ministros y el pueblo, llevando todos en la mano las velas apagadas. A la puerta de la iglesia, el diácono, de pie y levantando el cirio canta:

Luz de Cristo.

El sacerdote enciende su vela del cirio pascual.

Después, el diácono continúa hasta el centro de la iglesia y, de pie y elevando el cirio, canta de nuevo:

Luz de Cristo.

Demos gracias a Dios.

Todos encienden sus velas de la llama del cirio pascual, y avanzan.

El diácono, al llegar ante el altar, de pie y vuelto al pueblo, eleva el cirio y canta por tercera vez:

Luz de Cristo.

Demos gracias a Dios.

El diácono pone el cirio pascual sobre un candelero solemne colocado junto al ambón o en medio del presbiterio.

Y se encienden las luces de la iglesia, excepto las velas del altar.

Pregón Pascual

 

Exulten por fin los coros de los ángeles, alégrense las jerarquías del cielo, y, por la victoria de Rey tan poderoso, que las trompetas anuncien la salvación.

Goce también la tierra, inundada de tanta claridad, y que, radiante con el fulgor del Rey eterno, se sienta libre de la tiniebla que cubría el orbe entero.

Alégrese también nuestra madre la Iglesia, revestida de luz tan brillante; resuene este templo con las aclamaciones del pueblo.

Por eso, queridos hermanos, que asistís a la admirable claridad de esta luz santa, invocad conmigo la misericordia de Dios omnipotente, para que Aquél que, sin mérito mío, me agregó al número de sus sacerdotes, infundiendo el resplandor de su luz, me ayude a cantar las alabanzas de este cirio.

El Señor esté con vosotros. Y con tu espíritu.

Levantemos el corazón. Lo tenemos levantado hacia el Señor.

Demos gracias al Señor, nuestro Dios. Es justo y necesario.

En verdad es justo y necesario, aclamar con nuestras voces y con todo el afecto del corazón a Dios invisible, el Padre todopoderoso, y a su único Hijo, nuestro Señor Jesucristo.

Porque él ha pagado por nosotros al eterno Padre la deuda de Adán y, derramando su sangre, canceló la condena del antiguo pecado.

Porque éstas son las fiestas de Pascua, en las que se inmola el verdadero Cordero, cuya sangre consagra las puertas de los fieles.

Ésta es la noche en que sacaste de Egipto a los israelitas, nuestros padres, y los hiciste pasar a pie el mar Rojo.

Ésta es la noche en que la columna de fuego esclareció en las tinieblas del pecado.

Ésta es la noche en que, por toda la tierra, los que confiesan su fe en Cristo , son arrancados de los vicios del mundo y de la oscuridad del pecado, son restituidos a la gracia y son agregados a los santos.

Ésta es la noche en que, rotas las cadenas de la muerte, Cristo asciende victorioso del abismo.

¿De que nos serviría haber nacido si no hubiéramos sido rescatados? ·¡Qué asombroso beneficio de tu amor por nosotros!¡Qué incomparable ternura y caridad! ¡Para rescatar al esclavo, entregaste al Hijo!

Necesario fue el pecado de Adán, que ha sido borrado por la muerte de Cristo. ¡Feliz la culpa que mereció tal Redentor!

¡Qué noche tan dichosa! Sólo ella conoció el momento que Cristo resucitó de entre los muertos.

Esta es la noche de la que estaba escrito: “Será la noche clara como el día, la noche iluminada por mi gozo”. Y así, esta noche santa ahuyenta los pecados, lava las culpas, devuelve la inocencia a los caídos, la alegría a los tristes, expulsa el odio, trae la concordia, doblega a los poderosos.

En esta noche de gracia, acepta, Padre santo, este sacrificio vespertino de alabanza, que la santa Iglesia te ofrece por medio de sus ministros en la solemne ofrenda de este cirio, hecho con cera de abejas.

Sabemos ya lo que anuncia esta columna de fuego, ardiendo en llama viva para la gloria de Dios. Y aunque distribuye su luz, no mengua al repartirla, porque se alimenta de esta cera fundida que elaboró la abeja fecunda para hacer esta lámpara preciosa. ¡Qué noche tan dichosa en que se une el cielo con la tierra, lo humano con lo divino!

Te rogamos, Señor, que este cirio, consagrado a tu nombre, para destruir la oscuridad de esta noche y, aceptado como perfume, se asocie a las lumbreras del cielo. Que el lucero matinal lo encuentre ardiendo, ese lucero que no conoce ocaso y es Jesucristo, tu Hijo resucitado, que, al salir del sepulcro, brilla sereno para el linaje humano, y vive y reina glorioso por los siglos de los siglos.

2ª PARTE: LITURGIA DE LA PALABRA

 

Antes de comenzar las lecturas, el sacerdote hace una breve monición al pueblo con estas palabras u otras semejantes:

Queridos hermanos: Con el pregón solemne de la Pascua, hemos entrado ya en la noche santa de la resurrección del Señor. Escuchemos, en silencio meditativo, la palabra de Dios. Recordemos las maravillas que Dios ha realizado para salvar al primer Israel, y cómo en el avance continuo de la historia de la salvación, al llegar los últimos tiempos, envió al mundo a su Hijo, para que, con su muerte y resurrección, salvara a todos los hombres. Mientras contemplamos la gran trayectoria de esta historia santa, oremos intensamente, para que el designio de salvación universal, que Dios inició con Israel, llegue a su plenitud y alcance a toda la humanidad por el misterio de la resurrección de Jesucristo.

Oración colecta

Oremos.

Oh, Dios,
que has iluminado esta noche santísima
con la gloria de la resurrección del Señor,
aviva en tu Iglesia el espíritu de la adopción filial,
para que, renovados en cuerpo y alma,
nos entreguemos plenamente a tu servicio.
Por nuestro Señor Jesucristo.
Vigilia Pascual. Lecturas del Antiguo Testamento

Para la Vigilia pascual se proponen nueve lecturas, es decir, siete del Antiguo Testamento y dos del Nuevo. Si las circunstancias lo exigen, por causas particulares, puede disminuirse el número de lecturas. Sin embargo, háganse por lo menos tres lecturas del Antiguo Testamento, y en los casos más urgentes, dos, antes de la Epístola y el Evangelio. Nunca se ha de omitir la lectura del Éxodo sobre el paso del Mar Rojo (tercera lectura).

 

1

Lectura del libro del Génesis 1, 1—2, 2

 

Al principio, Dios creó el cielo y la tierra. La tierra era algo informe y vacío, las tinieblas cubrían el abismo, y el soplo de Dios se cernía sobre las aguas.

Entonces Dios dijo: «Que exista la luz». Y la luz existió. Dios vio que la luz era buena, y separó la luz de las tinieblas; y llamó Día a la luz y Noche a las tinieblas. Así hubo una tarde y una mañana: este fue el primer día.

Dios dijo: «Que haya un firmamento en medio de las aguas, para que establezca una separación entre ellas». Y así sucedió. Dios hizo el firmamento, y éste separó las aguas que están debajo de él, de las que están encima de él; y Dios llamó Cielo al firmamento. Así hubo una tarde y una mañana: este fue el segundo día.

Dios dijo: «Que se reúnan en un solo lugar las aguas que están bajo el cielo, y que aparezca el suelo firme». Y así sucedió. Dios llamó Tierra al suelo firme y Mar al conjunto de las aguas. Y Dios vio que esto era bueno. Entonces dijo: «Que la tierra produzca vegetales, hierbas que den semilla, y árboles frutales que den sobre la tierra frutos de su misma especie con su semilla adentro». Y así sucedió. La tierra hizo brotar vegetales, hierba que da semilla según su especie y árboles que dan fruto de su misma especie con su semilla adentro. Y Dios vio que esto era bueno. Así hubo una tarde y una mañana: este fue el tercer día.

Dios dijo: «Que haya astros en el firmamento del cielo para distinguir el día de la noche; que ellos señalen las fiestas, los días y los años, y que estén como lámparas en el firmamento del cielo para iluminar la tierra». Y así sucedió. Dios hizo los dos grandes astros —el astro mayor para presidir el día y el menor para presidir la noche— y también hizo las estrellas. Y los puso en el firmamento del cielo para iluminar la tierra, para presidir el día y la noche, y para separar la luz de las tinieblas. Y Dios vio que esto era bueno. Así hubo una tarde y una mañana: este fue el cuarto día.

Dios dijo: «Que las aguas se llenen de una multitud de seres vivientes y que vuelen pájaros sobre la tierra, por el firmamento del cielo». Dios creó los grandes monstruos marinos, las diversas clases de seres vivientes que llenan las aguas deslizándose en ellas y todas las especies de animales con alas. Y Dios vio que esto era bueno. Entonces los bendijo, diciendo: «Sean fecundos y multiplíquense; llenen las aguas de los mares y que las aves se multipliquen sobre la tierra». Así hubo una tarde y una mañana: este fue el quinto día.

Dios dijo: «Que la tierra produzca toda clase de seres vivientes: ganado, reptiles y animales salvajes de toda especie». Y así sucedió. Dios hizo las diversas clases de animales del campo, las diversas clases de ganado y todos los reptiles de la tierra, cualquiera sea su especie. Y Dios vio que esto era bueno.

Dios dijo: «Hagamos al hombre a nuestra imagen, según nuestra semejanza; y que le estén sometidos los peces del mar y las aves del cielo, el ganado, las fieras de la tierra, y todos los animales que se arrastran por el suelo».

 

Y Dios creó al hombre a su imagen;

lo creó a imagen de Dios,

los creó varón y mujer.

 

Y los bendijo, diciéndoles: «Sean fecundos, multiplíquense, llenen la tierra y sométanla; dominen a los peces del mar, a las aves del cielo y a todos los vivientes que se mueven sobre la tierra». Y continuó diciendo: «Yo les doy todas las plantas que producen semilla sobre la tierra, y todos los árboles que dan frutos con semilla: ellos les servirán de alimento. Y a todas la fieras de la tierra, a todos los pájaros del cielo y a todos los vivientes que se arrastran por el suelo, les doy como alimento el pasto verde». Y así sucedió. Dios miró todo lo que había hecho, y vio que era muy bueno. Así hubo una tarde y una mañana: este fue el sexto día.

Así fueron terminados el cielo y la tierra, y todos los seres que hay en ellos.

El séptimo día, Dios concluyó la obra que había hecho, y cesó de hacer la obra que había emprendido.

Palabra de Dios.

SALMO RESPONSORIAL   103, 1-2a. 5-6. 10. 12-14ab. 24. 35

 

R. Señor, envía tu Espíritu y renueva toda la tierra.

Bendice al Señor, alma mía:

¡Señor, Dios mío, qué grande eres!

Estás vestido de esplendor y majestad

y te envuelves con un manto de luz. R.

 

Afirmaste la tierra sobre sus cimientos:

¡no se moverá jamás!

El océano la cubría como un manto,

las aguas tapaban las montañas. R.

 

Haces brotar fuentes en los valles,

y corren sus aguas por las quebradas.

Las aves del cielo habitan junto a ellas

y hacen oír su canto entre las ramas. R.

 

Desde lo alto riegas las montañas,

y la tierra se sacia con el fruto de tus obras.

Haces brotar la hierba para el ganado

y las plantas que el hombre cultiva. R.

 

¡Qué variadas son tus obras, Señor!

¡Todo lo hiciste con sabiduría,

la tierra está llena de tus criaturas!

¡Bendice al Señor, alma mía! R.

 

2 El sacrificio de Abraham, nuestro padre en la fe

 

Lectura del libro del Génesis 22, 1-18

 

Dios puso a prueba a Abraham. «¡Abraham!», le dijo.

Él respondió: «Aquí estoy».

Entonces Dios le siguió diciendo: «Toma a tu hijo único, el que tanto amas, a Isaac; ve a la región de Moria, y ofrécelo en holocausto sobre la montaña que Yo te indicaré».

A la madrugada del día siguiente, Abraham ensilló su asno, tomó consigo a dos de sus servidores y a su hijo Isaac, y después de cortar la leña para el holocausto, se dirigió hacia el lugar que Dios le había indicado. Al tercer día, alzando los ojos, divisó el lugar desde lejos, y dijo a sus servidores: «Quédense aquí con el asno, mientras yo y el muchacho seguimos adelante. Daremos culto a Dios, y después volveremos a reunimos con ustedes».

Abraham recogió la leña para el holocausto y la cargó sobre su hijo Isaac; él, por su parte, tomó en sus manos el fuego y el cuchillo, y siguieron caminando los dos juntos.

Isaac rompió el silencio y dijo a su padre Abraham: «¡Padre!»

Él respondió: «Sí, hijo mío».

«Tenemos el fuego y la leña —continuó Isaac— pero ¿dónde está el cordero para el holocausto?»

«Dios proveerá el cordero para el holocausto», respondió Abraham. Y siguieron caminando los dos juntos.

Cuando llegaron al lugar que Dios le había indicado, Abraham erigió un altar, dispuso la leña, ató a su hijo Isaac, y lo puso sobre el altar encima de la leña. Luego extendió su mano y tomó el cuchillo para inmolar a su hijo. Pero el Ángel del Señor lo llamó desde el cielo: «¡Abraham, Abraham!»

«Aquí estoy», respondió él.

Y el Ángel le dijo: «No pongas tu mano sobre el muchacho ni le hagas ningún daño. Ahora sé que temes a Dios, porque no me has negado ni siquiera a tu hijo único».

Al levantar la vista, Abraham vio un carnero que tenía los cuernos enredados en una zarza. Entonces fue a tomar el carnero, y lo ofreció en holocausto en lugar de su hijo. Abraham llamó a ese lugar: «El Señor proveerá», y de allí se origina el siguiente dicho: «En la montaña del Señor se proveerá».

Luego el Ángel del Señor llamó por segunda vez a Abraham desde el cielo, y le dijo: «Juro por mí mismo —oráculo del Señor—: porque has obrado de esa manera y no me has negado a tu hijo único, Yo te colmaré de bendiciones y multiplicaré tu descendencia como las estrellas del cielo y como la arena que está a la orilla del mar. Tus descendientes conquistarán las ciudades de sus enemigos, y por tu descendencia se bendecirán todas las naciones de la tierra, ya que has obedecido mi voz».

 

Palabra de Dios.

 

SALMO RESPONSORIAL                                                    15, 5. 8-11

 

  1. Protégeme, Dios mío, porque en ti me refugio.

El Señor es la parte de mi herencia y mi cáliz,

¡Tú decides mi suerte!

Tengo siempre presente al Señor:

Él está a mi lado, nunca vacilaré. R.

 

Por eso mi corazón se alegra, se regocijan mis entrañas

y todo mi ser descansa seguro:

porque no me entregarás a la muerte

ni dejarás que tu amigo vea el sepulcro. R.

 

Me harás conocer el camino de la vida,

saciándome de gozo en tu presencia,

de felicidad eterna

a tu derecha. R.

 

3 Los israelitas entraron a pie en el cauce del mar

 

Lectura del libro del Éxodo 14, 15—15, 1a

El Señor dijo a Moisés: «Ordena a los israelitas que reanuden la marcha. Y tú, con el bastón en alto, extiende tu mano sobre el mar y divídelo en dos, para que puedan cruzarlo a pie. Yo voy a endurecer el corazón de los egipcios, y ellos entrarán en el mar detrás de los israelitas. Así me cubriré de gloria a expensas del Faraón y de su ejército, de sus carros y de sus guerreros. Los egipcios sabrán que soy el Señor, cuando Yo me cubra de gloria a expensas del Faraón, de sus carros y de sus guerreros».

El Ángel de Dios, que avanzaba al frente del campamento de Israel, retrocedió hasta colocarse detrás de ellos; y la columna de nube se desplazó también de adelante hacia atrás, interponiéndose entre el campamento egipcio y el de Israel. La nube era tenebrosa para unos, mientras que para los otros iluminaba la noche, de manera que en toda la noche no pudieron acercarse los unos a los otros.

Entonces Moisés extendió su mano sobre el mar, y el Señor hizo retroceder el mar con un fuerte viento del este, que sopló toda la noche y transformó el mar en tierra seca. Las aguas se abrieron, y los israelitas entraron a pie en el cauce del mar, mientras las aguas formaban una muralla, a derecha e izquierda. Los egipcios los persiguieron, y toda la caballería del Faraón, sus carros y sus guerreros, entraron detrás de ellos en medio del mar.

Cuando estaba por despuntar el alba, el Señor observó las tropas egipcias desde la columna de fuego y de nube, y sembró la confusión entre ellos. Además, frenó las ruedas de sus carros de guerra, haciendo que avanzaran con dificultad.

Los egipcios exclamaron: «Huyamos de Israel, porque el Señor combate en favor de ellos contra Egipto».

El Señor dijo a Moisés: «Extiende tu mano sobre el mar, para que las aguas se vuelvan contra los egipcios, sus carros y sus guerreros».

Moisés extendió su mano sobre el mar y, al amanecer, el mar volvió a su cauce. Los egipcios ya habían emprendido la huida, pero se encontraron con las aguas, y el Señor los hundió en el mar. Las aguas envolvieron totalmente a los carros y a los guerreros de todo el ejército del Faraón que habían entrado en medio del mar para perseguir a los israelitas. Ni uno solo se salvó. Los israelitas, en cambio, fueron caminando por el cauce seco del mar, mientras las aguas formaban una muralla, a derecha e izquierda.

Aquel día, el Señor salvó a Israel de las manos de los egipcios. Israel vio los cadáveres de los egipcios que yacían a la orilla del mar, y fue testigo de la hazaña que el Señor realizó contra Egipto. El pueblo temió al Señor, y creyó en El y en Moisés, su servidor.

Entonces Moisés y los israelitas entonaron este canto en honor del Señor:

 

SALMO RESPONSORIAL Ex 15, 1b-6. 17-18

 R. Cantaré al Señor, que se ha cubierto de gloria.

 

Cantaré al Señor, que se ha cubierto de gloria:

Él hundió en el mar los caballos y los carros.

El Señor es mi fuerza y mi protección, Él me salvó.

Él es mi Dios y yo lo glorifico,

      es el Dios de mi padre y yo proclamo su grandeza. R.

 

El Señor es un guerrero,

su nombre es «Señor».

Él arrojó al mar los carros del Faraón y su ejército,

lo mejor de sus soldados se hundió en el Mar Rojo. R.

 

El abismo los cubrió,

cayeron como una piedra en lo profundo del mar.

Tu mano, Señor, resplandece por su fuerza,

tu mano, Señor, aniquila al enemigo. R.

 

Tú llevas a tu pueblo,

      y lo plantas en la montaña de tu herencia,

en el lugar que preparaste para tu morada,

en el Santuario, Señor, que fundaron tus manos.

¡El Señor reina eternamente! R.

 

4 Se compadeció de ti con amor eterno tu redentor, el Señor

 

Lectura del libro de Isaías 54, 5-14

 

Tu esposo es Aquél que te hizo:

su nombre es Señor de los ejércitos;

tu redentor es el Santo de Israel:

Él se llama «Dios de toda la tierra».

Sí, como a una esposa abandonada y afligida

te ha llamado el Señor:

«¿Acaso se puede despreciar

a la esposa de la juventud?»,

dice el Señor.

Por un breve instante te dejé abandonada,

pero con gran ternura te uniré conmigo;

en un arrebato de indignación,

te oculté mi rostro por un instante,

pero me compadecí de ti con amor eterno,

dice tu redentor, el Señor.

Me sucederá como en los días de Noé,

cuando juré que las aguas de Noé

no inundarían de nuevo la tierra:

así he jurado no irritarme más contra ti

ni amenazarte nunca más.

Aunque se aparten las montañas

y vacilen las colinas,

mi amor no se apartará de ti,

mi alianza de paz no vacilará,

dice el Señor, que se compadeció de ti.

 

¡Oprimida, atormentada, sin consuelo!

¡Mira! Por piedras, te pondré turquesas

y por cimientos, zafiros;

haré tus almenas de rubíes,

tus puertas de cristal

y todo tu contorno de piedras preciosas.

Todos tus hijos serán discípulos del Señor,

y será grande la paz de tus hijos.

Estarás afianzada en la justicia,

lejos de la opresión, porque nada temerás,

lejos del temor, porque no te alcanzará.

 

Palabra de Dios.

 

SALMO RESPONSORIAL        29, 2. 4-6. 11-12a. 13b

R. Yo te glorifico, Señor, porque Tú me libraste.

Yo te glorifico, Señor, porque Tú me libraste

y no quisiste que mis enemigos se rieran de mí.

Tú, Señor, me levantaste del Abismo y me hiciste revivir,

cuando estaba entre los que bajan al sepulcro. R.

 

Canten al Señor, sus fieles;

den gracias a su santo Nombre,

porque su enojo dura un instante,

      y su bondad, toda la vida:

si por la noche se derraman lágrimas,

por la mañana renace la alegría. R.

 

Escucha, Señor, ten piedad de mí;

ven a ayudarme, Señor.

Tú convertiste mi lamento en júbilo.

¡Señor, Dios mío, te daré gracias eternamente! R.

 

5 Vengan a mí y vivirán. Yo haré con ustedes una alianza eterna

 

Lectura del libro de Isaías 55, 1-11

 

Así habla el Señor:

¡Vengan a tomar agua, todos los sedientos,

y el que no tenga dinero, venga también!

Coman gratuitamente su ración de trigo,

y sin pagar, tomen vino y leche.

¿Por qué gastan dinero en algo que no alimenta

y sus ganancias, en algo que no sacia?

Háganme caso y comerán buena comida,

se deleitarán con sabrosos manjares.

Presten atención y vengan a mí,

escuchen bien y vivirán.

Yo haré con ustedes una alianza eterna,

obra de mi inquebrantable amor a David.

Yo lo he puesto como testigo para los pueblos,

jefe y soberano de naciones.

Tú llamarás a una nación que no conocías,

y una nación que no te conocía correrá hacia ti,

a causa del Señor, tu Dios,

y por el Santo de Israel, que te glorifica.

 

¡Busquen al Señor mientras se deja encontrar,

llámenlo mientras está cerca!

Que el malvado abandone su camino

y el hombre perverso, sus pensamientos;

que vuelva al Señor, y Él le tendrá compasión,

a nuestro Dios, que es generoso en perdonar.

Porque los pensamientos de ustedes no son los míos,

ni los caminos de ustedes son mis caminos

—oráculo del Señor—.

Como el cielo se alza por encima de la tierra,

así sobrepasan mis caminos y mis pensamientos

a los caminos y a los pensamientos de ustedes.

 

Así como la lluvia y la nieve descienden del cielo

y no vuelven a él sin haber empapado la tierra,

sin haberla fecundado y hecho germinar,

para que dé la semilla al sembrador

y el pan al que come,

así sucede con la palabra que sale de mi boca:

ella no vuelve a mí estéril,

sino que realiza todo lo que Yo quiero

y cumple la misión que Yo le encomendé.

 

Palabra de Dios.

 

SALMO RESPONSORIAL      Is 12, 2-6

R. Sacarán aguas con alegría de las fuentes de la salvación.

 

Éste es el Dios de mi salvación:

yo tengo confianza y no temo,

porque el Señor es mi fuerza y mi protección;

Él fue mi salvación. R.

 

Ustedes sacarán agua con alegría

      de las fuentes de la salvación.

Den gracias al Señor, invoquen su Nombre,

anuncien entre los pueblos sus proezas,

proclamen qué sublime es su Nombre. R.

 

Canten al Señor porque ha hecho algo grandioso:

¡que sea conocido en toda la tierra!

¡Aclama y grita de alegría, habitante de Sión,

porque es grande en medio de ti el Santo de Israel! R.

 

6 Camina hacia el resplandor, atraído por su luz

 

Lectura del libro de Baruc 3, 9-15. 32—4, 4

 

Escucha, Israel, los mandamientos de vida;

presta atención para aprender a discernir.

¿Por qué, Israel, estás en un país de enemigos

y has envejecido en una tierra extranjera?

¿Por qué te has contaminado con los muertos,

contándote entre los que bajan al Abismo?

¡Tú has abandonado la fuente de la sabiduría!

Si hubieras seguido el camino de Dios,

vivirías en paz para siempre.

Aprende dónde está el discernimiento,

dónde está la fuerza y dónde la inteligencia,

para conocer al mismo tiempo

dónde está la longevidad y la vida,

dónde la luz de los ojos y la paz.

¿Quién ha encontrado el lugar de la Sabiduría,

quién ha penetrado en sus tesoros?

El que todo lo sabe, la conoce,

la penetró con su inteligencia;

el que formó la tierra para siempre,

y la llenó de animales cuadrúpedos;

el que envía la luz, y ella sale,

la llama, y ella obedece temblando.

Las estrellas brillan alegres en sus puestos de guardia:

Él las llama, y ellas responden: «Aquí estamos»,

y brillan alegremente para Aquel que las creó.

¡Éste es nuestro Dios,

ningún otro cuenta al lado de Él!

Él penetró todos los caminos de la ciencia

y se la dio a Jacob, su servidor,

y a Israel, su predilecto.

Después de esto apareció sobre la tierra,

y vivió entre los hombres.

 

La Sabiduría es el libro de los preceptos de Dios

y la Ley que subsiste eternamente:

los que la retienen, alcanzarán la vida,

pero los que la abandonan, morirán.

Vuélvete, Jacob, y tómala,

camina hacia el resplandor, atraído por su luz.

No cedas a otro tu gloría,

ni tus privilegios a un pueblo extranjero.

Felices de nosotros, Israel,

porque se nos dio a conocer lo que agrada a Dios.

 

Palabra de Dios.

 

SALMO RESPONSORIAL   18, 8-11

 

R. Señor Tú tienes palabras de Vida eterna.

 

La ley del Señor es perfecta,

reconforta el alma;

el testimonio del Señor es verdadero,

da sabiduría al simple. R.

 

Los preceptos del Señor son rectos,

alegran el corazón;

los mandamientos del Señor son claros,

iluminan los ojos. R.

 

La palabra del Señor es pura,

permanece para siempre;

los juicios del Señor son la verdad,

enteramente justos. R.

 

Son más atrayentes que el oro,

que el oro más fino;

más dulces que la miel,

más que el jugo del panal. R.

 

7 Yo los rociaré con agua pura y les daré un corazón nuevo

 

Lectura de la profecía de Ezequiel 36, 17a. 18-28

 

La palabra del Señor me llegó en estos términos:

«Hijo de hombre, cuando el pueblo de Israel habitaba en su propio suelo, lo contaminó con su conducta y sus acciones. Entonces derramé mi furor sobre ellos, por la sangre que habían derramado sobre el país y por los ídolos con que lo habían contaminado. Los dispersé entre las naciones y ellos se diseminaron por los países. Los juzgué según su conducta y sus acciones. Y al llegar a las naciones adonde habían ido, profanaron mi santo Nombre, haciendo que se dijera de ellos: “Son el pueblo del Señor, pero han tenido que salir de su país”. Entonces yo tuve compasión de mi santo Nombre, que el pueblo de Israel profanaba entre las naciones adonde había ido.

Por eso, di al pueblo de Israel: “Así habla el Señor: Yo no obro por consideración a ustedes, casa de Israel, sino por el honor de mi santo Nombre, que ustedes han profanado entre las naciones adonde han ido. Yo santificaré mi gran Nombre, profanado entre las naciones, profanado por ustedes. Y las naciones sabrán que Yo soy el Señor —oráculo del Señor— cuando manifieste mi santidad a la vista de ellas, por medio de ustedes.

Yo los tomaré de entre las naciones, los reuniré de entre todos los países y los llevaré a su propio suelo. Los rociaré con agua pura, y ustedes quedarán purificados. Los purificaré de todas sus impurezas y de todos sus ídolos.

Les daré un corazón nuevo y pondré en ustedes un espíritu nuevo: les arrancaré de su cuerpo el corazón de piedra y les daré un corazón de carne.

Infundiré mi espíritu en ustedes y haré que sigan mis preceptos, y que observen y practiquen mis leyes. Ustedes habitarán en la tierra que Yo he dado a sus padres. Ustedes serán mi Pueblo y Yo seré su Dios”».

 

Palabra de Dios.

 

SALMO RESPONSORIAL    41, 3. 5bcd; 42, 3-4

R. Mi alma tiene sed de Dios.

Mi alma tiene sed de Dios,

del Dios viviente:

¿Cuándo iré a contemplar

el rostro de Dios? R.

 

¡Cómo iba en medio de la multitud

y la guiaba hacia la Casa de Dios,

entre cantos de alegría y alabanza,

en el júbilo de la fiesta! R.

 

Envíame tu luz y tu verdad:

que ellas me encaminen

y me guíen a tu santa Montaña,

hasta el lugar donde habitas. R.

 

Y llegaré al altar de Dios,

el Dios que es la alegría de mi vida;

y te daré gracias con la cítara,

Señor, Dios mío. R.

EPÍSTOLA Cristo, después de resucitar, no muere más

Lectura de la carta del Apóstol san Pablo a los cristianos de Roma 6, 3-11

 

Hermanos:

¿No saben ustedes que todos los que fuimos bautizados en Cristo Jesús, nos hemos sumergido en su muerte? Por el bautismo fuimos sepultados con Él en la muerte, para que así como Cristo resucitó por la gloria del Padre, también nosotros llevemos una Vida nueva.

Porque si nos hemos identificado con Cristo por una muerte semejante a la suya, también nos identificaremos con Él en la resurrección.

Comprendámoslo: nuestro hombre viejo ha sido crucificado con Él, para que fuera destruido este cuerpo de pecado, y así dejáramos de ser esclavos del pecado. Porque el que está muerto, no debe nada al pecado.

Pero si hemos muerto con Cristo, creemos que también viviremos con Él. Sabemos que Cristo, después de resucitar, no muere más, porque la muerte ya no tiene poder sobre Él. Al morir, Él murió al pecado, una vez por todas; y ahora que vive, vive para Dios. Así también ustedes, considérense muertos al pecado y vivos para Dios en Cristo Jesús.

 

Palabra de Dios.

 

SALMO RESPONSORIAL      117, 1-2. 16-17. 22-23

   R. Aleluia, aleluia, aleluia.

¡Den gracias al Señor, porque es bueno,

porque es eterno su amor!

Que lo diga el pueblo de Israel:

¡es eterno su amor! R.

 

La mano del Señor es sublime,

la mano del Señor hace proezas.

No, no moriré:

viviré para publicar lo que hizo el Señor. R.

 

La piedra que desecharon los constructores

es ahora la piedra angular.

Esto ha sido hecho por el Señor

y es admirable a nuestros ojos. R.

 

Evangelio Año B 2021, 2024, 2027

† Lectura del santo evangelio según san Marcos 16, 11-7

Jesús el Nazareno, el crucificado, ha resucitado
 san Marcos (Mc 16, 1-7)
Gloria a ti, Señor.
Pasado el sábado, María Magdalena, María la de Santiago y Salomé compraron aromas para ir a embalsamar a Jesús. Y muy temprano, el primer día de la semana, al salir el sol, fueron al sepulcro. Y se decían unas a otras: «¿Quién nos correrá la piedra de la entrada del sepulcro?». Al mirar, vieron que la piedra estaba corrida y eso que era muy grande.
Entraron en el sepulcro y vieron a un joven sentado a la derecha, vestido de blanco. Y quedaron aterradas. Él les dijo: «No tengáis miedo. ¿Buscáis a Jesús el Nazareno, el crucificado? Ha resucitado. No está aquí. Mirad el sitio donde lo pusieron. Pero id a decir a sus discípulos y a Pedro: “Él va por delante de vosotros a Galilea. Allí lo veréis, como os dijo”».
Palabra del Señor

Evangelio Año A 2023, 2026, 2029

† Lectura del santo Evangelio según Mateo 28, 1-10

En la madrugada del sábado, al alborear el primer día de la semana, fueron María Magdalena y la otra María a ver el sepulcro. Y de pronto tembló fuertemente la tierra, pues un ángel del Señor, bajando del cielo y acercándose, corrió la piedra y se sentó encima. Su aspecto era de relámpago y su vestido blanco como la nieve; los centinelas temblaron de miedo y quedaron como muertos. El ángel habló a las mujeres:

—«Vosotras no temáis, ya sé que buscáis a Jesús el crucificado.

No está aquí: Ha resucitado, como había dicho. Venid a ver el sitio donde yacía e id aprisa a decir a sus discípulos: «Ha resucitado de entre los muertos y va por delante de vosotros a Galilea. Allí lo veréis». Mirad, os lo he anunciado.

Ellas se marcharon a toda prisa del sepulcro: impresionadas y llenas de alegría corrieron a anunciarlo a sus discípulos.

De pronto, Jesús les salió al encuentro y les dijo:

—«Alegraos».

Ellas se acercaron, se postraron ante él y le abrazaron los pies.

Jesús les dijo:

—«No tengáis miedo: id a comunicar a mis hermanos que vayan a Galilea; allí me verán».

Palabra del Señor.

 

3ª PARTE: LITURGIA BAUTISMAL

Si no hay bautismos ni se bendice la fuente bautismal, el sacerdote bendice el agua con la siguiente oración:

Bendición del agua

Invoquemos, queridos hermanos, a Dios Padre todopoderoso, para que bendiga esta agua, que va a ser derramada sobre nosotros en memoria de nuestro bautismo, y pidámosle que nos renueve interiormente, para que permanezcamos fieles al Espíritu que hemos recibido.

Después de una breve oración en silencio, prosigue con las manos extendidas:

Señor Dios nuestro,
muéstrate propicio a tu pueblo
que vela en esta noche santa.
Dígnate bendecir esta agua
ahora que celebramos
la acción admirable de nuestra creación
y la maravilla, aún más grande, de nuestra redención.
Tú la creaste para hacer fecunda la tierra
y para dar alivio y frescor a nuestros cuerpos.
La hiciste también instrumento de tu misericordia
al librar a tu pueblo, por medio de ella, de la esclavitud
y al apagar su sed en el desierto;
por los profetas la revelaste como signo de la nueva alianza
que quisiste sellar con los hombres.
Y finalmente, también por ella,
santificada por Cristo en el Jordán,
renovaste nuestra naturaleza pecadora
en el baño del nuevo nacimiento.
Que esta agua, Señor,
avive en nosotros
el recuerdo de nuestro bautismo
y nos haga participar en el gozo de nuestros hermanos,
bautizados en la Pascua.
Por Jesucristo, nuestro Señor.

Renovación de las promesas bautismales

El sacerdote se dirige a los fieles con estas o semejantes palabras:

Queridos hermanos: Por el Misterio pascual hemos sido sepultados con Cristo en el bautismo, para que vivamos una vida nueva. Por tanto, terminado el ejercicio de la Cuaresma, renovemos las promesas del santo bautismo, con las que en otro tiempo renunciamos a Satanás y a sus obras, y prometimos servir fielmente a Dios en la santa Iglesia católica.

Así, pues:

Sacerdote: ¿Renunciáis a Satanás?

Todos: Sí, renuncio.

Sacerdote:¿Y a todas sus obras?

Todos: Sí, renuncio.

Sacerdote:¿Y a todas sus seducciones?

Todos: Sí, renuncio.

Sacerdote:¿Creéis en Dios, Padre todopoderoso, creador del cielo y de la tierra?

Todos: Sí, creo.

Sacerdote:¿Creéis en Jesucristo,
su único Hijo, nuestro Señor,
que nació de santa María Virgen,
murió, fue sepultado,
resucitó de entre los muertos
y está sentado a la derecha del Padre?
Todos: Sí, creo.

Sacerdote:¿Creéis en el Espíritu Santo,
en la santa Iglesia católica,
en la comunión de los santos,
en el perdón de los pecados,
en la resurrección de la carne
y en la vida eterna?
Todos: Sí, creo.

Sacerdote: Que Dios todopoderoso,
Padre de nuestro Señor Jesucristo,
que nos regeneró por el agua y el Espíritu Santo
y que nos concedió la remisión de los pecados,
nos guarde en su gracia,
en el mismo Jesucristo nuestro Señor,
para la vida eterna.
Amén.

El sacerdote asperja al pueblo con agua bendita, mientras todos cantan:

Vi que manaba agua del lado derecho del templo, aleluya.

Y habrá vida dondequiera que llegue la corriente y cantarán:

Aleluya, aleluya.

4ª PARTE. LITURGIA EUCARÍSTICA

Oración sobre las ofrendas

Acepta, Señor, con estas ofrendas
la oración de tu pueblo,
para que los sacramentos pascuales que inauguramos
nos hagan llegar, con tu ayuda, a la vida eterna.
Por Jesucristo, nuestro Señor.

Prefacio

En verdad es justo y necesario,
es nuestro deber y salvación
glorificarte siempre, Señor;
pero más que nunca exaltarte
en este día glorioso (en esta noche, en este tiempo)
en que Cristo, nuestra Pascua, ha sido inmolado.
Porque él es el verdadero Cordero
que quitó el pecado del mundo;
muriendo destruyó nuestra muerte,
y resucitando restauró la vida.
Por eso, con esta efusión de gozo pascual,
el mundo entero se desborda de alegría,
y también los coros celestiales,
los ángeles y los arcángeles,
cantan el himno de tu gloria diciendo sin cesar:

Antífona de la comunión Cf. 1Co 5, 7-8

Ha sido inmolada nuestra víctima pascual: Cristo. Así pues, celebremos con los panes ázimos de la sinceridad y la verdad. Aleluya.

Oración después de la comunión

Derrama, Señor, en nosotros tu Espíritu de caridad,
para que hagas vivir concordes en el amor
a quienes has saciado con los sacramentos pascuales.
Por Jesucristo,nuestro Señor.

Bendición solemne

Que os bendiga Dios todopoderoso
en la solemnidad pascual que hoy celebramos
y, compasivo, os defienda de toda asechanza del pecado.
Amén.

El que os ha renovado para la vida eterna,
en la resurrección de su Unigénito,
os colme con el premio de la inmortalidad.
Amén.

Y quienes, terminados los días de la pasión del Señor,
habéis participado en los gozos de la fiesta de Pascua,
podáis llegar, por su gracia, con espíritu exultante
a aquellas fiestas que se celebran con alegría eterna.
Amén.

Y la bendición de Dios todopoderoso,
Padre, Hijo +, y Espíritu Santo,
descienda sobre vosotros.
Amén.

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